lunes, noviembre 16

Siempre quise una casa con jardín, aunque debí conformarme con un departamento que se va llenando de macetas. Sobreviven las plantas más resistentes, pues varias han sucumbido a mis repentinos abandonos. En esos días, mis mascotas toman para sí la casa entera y, a mi vuelta, sentarse en los sillones significa una labor previa de retiro de pelambre felina y perruna, sin hablar de las respectivas cagarrutas. En esos días realmente extraño una casa con jardín, donde plantas y mascotas crezcan al amparo de los elementos y no al de mis continuos abandonos.

Lo terrible es cuando mi vuelta significa un completo abandono del afuera. No contesto el teléfono, no respondo si tocan a la puerta, evito cruzar palabra como no sea conmigo misma. Los días más graves me atrinchero tercamente en mi cama y entonces al abandono del afuera se junta el abandono del adentro. En esos días extraño más una casa con jardín donde poder abandonar, al amparo de los elementos, tanto abandono.

domingo, noviembre 8

Helados los dedos
el estómago en rabioso soliloquio

las ganas terribles de doblarme hacia adentro
la tristeza vieja
nuevas rabias
la boca que se frunce en un alarido inverso

El filo de la luna me siembra escalofríos