(Cuarto piso. Ocho y media de la mañana. Se escucha el tañido característico de la campana ¿será de bronce?. Ella, en pants y playera, despeinada y con los ojos hinchados, saca un par de bolsas de basura al pasillo. Él, al paso:)
ÉL: ¡Hasta que la encuentro, señora!
ELLA: Buenos días.
ÉL: (Gruñe) ¿Cuántas semanas tiene atrasadas?
ELLA: Tres ¿no? Esos son $45 pesos ¿verdad? (dándole un billete de 50). Y si le doy 30 más estamos en paz hasta noviembre ¿no?
ÉL: Ándele pues, güerita.
4 comentarios:
El eterno efecto del factor billete. Abrazos.
Ser güera es de lo más sencillo en este país... Me gustaría más "morenita" para el tránsito de lo cotidiano defeño.
furtiva, morenita te lo ganó la Virgende Guadalupe, ni modo guerita.bueno doña, es preferible eso a pasar del dulce osito a zorra perdida como en mi caso...
Un billete siempre cambia a la gente, especialmente a los dueños de apartamentos. Abrazos.
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