viernes, junio 6
Es que me cae que a veces sí es demasiado. Como si el pinche destino estuviera empeñado, me lleva el carajo, en que uno crezca, y no importa lo que se haga, que haga uno como que la virgen le habla... no alcanzan las once mil vírgenes y el pinche destino le agarra a uno la cara para mirarlo fijamente a los ojos. ¿Han visto los ojos del destino? Es que a veces me cae que sí se pasa, el destino, con sus ojos tornasoles (como los del gato Fulgencio, azules si se pone romántico; blancos, si le gana la furia). Tan chido que puede ser, el pinche destino. Lo he visto mecer amoroso los minutos que se demoran en su regazo, detenerse a contemplar un árbol después de la lluvia. Y luego, con rapidez de esquizoide te atenaza la barbilla y te escupe un par de verdades a la cara, y su aliento es más apestoso que un domingo de mala cruda. Pinche destino. Es como gachupín de tendajón de pueblo: todo lo apunta y le va sumando intereses, y uno va y recibe una sonrisa, y el día menos pensado le sorraja a uno toditita la cuenta. Y a veces sí, me cae que sí, resulta demasiado.
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1 comentario:
Pues no se, me le revelo, me le zafo, le dejo de hablar y lo pongo en mi famosa lista... no contestar... así aunque llegue igual ni cuenta me doy que estuvo ahí, ni modo, ¿no?
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