El martes 4 de noviembre, en Estados Unidos, Barack Obama ganó en las urnas la presidencia de su país. Ese mismo día, en mi país, se desplomó un avión en el que viajaba el Secretario de Gobernación y el extitular de la SIEDO, con otras siete personas; el accidente cobró dos vidas más y alrededor de 40 heridos entre los transeúntes y automovilistas de la zona donde cayó el aparato.
Por supuesto que las fuentes oficiales declaran que fue un accidente, que fue un “error humano”; sin embargo, en la mente de todos se asienta la convicicón de que fue un atentado. Hay muchas teorías del origen de la agresión. Gravitan alrededor los sucesos recientes en torno a la guerra contra el narco, así como el jaloneo alrededor de la reforma de PEMEX.
Lo que realmente me sigue impresionando es que nada sucede. Todo pasa, y nada sucede. Hace meses que el país vive en medio de una guerra, que hay ciudades donde la gente se ha autoimpuesto un estado de sitio, de reclusión, por el peligro real que significa salir a la calle.
¿Por qué no estamos tomando las calles para gritarle un ¡ya basta! al crimen organizado? Haya estado o no detrás del accidente aéreo, está detrás de cada uno de los miles de cuerpos cada vez más mutilados que aparecen a lo largo del país.
Nada sucede. Nos vamos quedando en nuestras casas, mirando el estúpido espot de Televisa que dice que el corazón de los mexicanos es más grande que cualquier crisis financiera. ¿Cuál corazón? Nos vamos convirtiendo en una sociedad de autistas.
Todo pasa. Nada sucede.
1 comentario:
Es muy difícil vivir con miedo. Espero que la solución llegue pronto. Abrazos.
Publicar un comentario