Nunca le pregunté si podía, si quería
fue conmigo a todos lados sin chistar:
a la escuela, a la marcha, al escenario,
a la madrugada, de tarde,
cada día
fuimos a todos lados
él conmigo y yo con él
despertamos juntos
asombro
curiosidad
pena.
Ahora reniega ya,
gruñe.
Yo le hablo quedito,
lo convenzo, con calma,
con paciencia,
y casi siempre lo logro.
Pero cada vez con más frecuencia me pregunto
qué pasará cuando ya no me quiera escuchar
mi cuerpo.
2 comentarios:
La gran pregunta de la vida. Abrazos.
Habrá que seguir acunándolo con el alma, en espera de su benevolencia.
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