Vestida de amarillo
abrazaba estrechamente un muñeco;
el sol llenaba la explanada;
los atlantes miraban atentos.
Seguí el camino
brincando de una baldosa a la otra
persiguiendo el olor del pasto.
Un golpe de viento me hizo levantar la cara
cerrar las ojos.
Ahí aprendí a volar
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