Hace mucho tiempo tuve un sueño espeluznante. Un grupo de gamberros andaba por la calle matando a golpes a la gente. Fue un sueño lleno de angustia, impotencia y miedo de morir a golpes. Huyendo de los gamberros llegué a un precipicio y me desperté cuando la decisión del precipio era mejor a morir a golpes. Ustedes conocen la sensación de alivio cuando uno despierta y entiende que todo quedó en un mal sueño. También conocen la sensación de cuando uno sueña con un asunto terrible y cuando despierta recuerda que el asunto terrible sigue ahí: eso me pasó muchos años antes aún, cuando se murió mi mamá.
Pues gamberros y asunto terrible suceden en mi país todos los días. No les voy a contar nada que no sepan. Nomás que también hace días, será la luna o el sereno, me ha dado por llorar. De miedo, de angustia, de impotencia. Pero sobre todo de miedo. Porque la posibilidad de morir a golpes sucede, porque está ocurriendo el despeñadero, y porque en el transcurso se van muriendo tantos seres queridos de seres queridos. El asunto terrible es que se nos muere la humanidad, no allá, sino aquí, adentro. Se nos muere, del puritito miedo. ¿Cómo no llorar?
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