A medio día nos tocó la salida de los chicos de la escuela. Se arremolinaron alrededor de las mesas a curiosear. Los servicios delegacionales no les fueron de mucho interés, pero sí la mesa donde había pulseritas y globos. Todos agarraron a puños las pulseras y de prisa los metieron en las bolsas del pantalón, excepto uno, que agarró un puño más moderado y lo guardó en una bolsa de plástico. Se quedó alrededor de la mesa, mirando cómo el resto de los niños pedía más pulseras y más globos. De tanto en tanto, abría su bolsa y le daba pulseras a los niños más chicos. Luego, agarró los folletos de la mesa y los leyó completitos, todos. Se llama Ricardo y le dicen El Pollo. Tiene 10 años y me dice que a él si le gusta leer.
Ya por la tarde, recorriendo casas para invitar a los vecinos a la asamblea de la colonia, dimos con Aisa. "Mi mamá no está y llega de trabajar más tarde, pero yo si voy ¿de qué se trata?". Aisa tiene 10 años y asistió, puntual, a la asamblea. Tomó el micrófono muy seria y pidió que se limpiara el parque y que hubiera más seguridad, porque a alguna hora de la noche "empiezan a llegar los chavos a monearse y a darle duro" (explicó, con gestos bastante explícitos). Además, se apuntó para ser consejera vecinal de su colonia. Ya concluida la Asamblea, se acercó a pedirme que trabajáramos también en su escuela y que cambiáramos a todos los maestros porque estaban muy mal. "Mi maestra, me dijo, nos dice que todos nosotros vamos a ser obreros. Qué mal que nos diga eso".
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