Esa noche su espalda tenía el frío de la lápida
pero ni él ni yo lo supimos.
Él porque durmió con la ilusión de la tibieza;
yo, porque aún no conocía la muerte.
Él yace en su colina arbolada.
A mí, desde entonces,
se me acumulan los cadáveres.
2 comentarios:
La muerte concebida poéticamente. Abrazos.
La muerte, esa desconocida que no permite ser olvidada...
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