sábado, mayo 22

Y entonces, a los hombres sólo les resta volver a la vida misma. Volver a la vida que fluye invisiblemente en el cosmos y fluirá siempre, sosteniendo y renovando todas las cosas vivientes. No se trata de pecados o de moral, de ser bueno o ser malo. Se trata de renovación, de ser renovado, vivificado, de tornarse nuevo y vívidamente animado y consciente, en vez de agotado y rancio, como los hombres de hoy. ¿Cómo renovarse, renacer, revivir? Esta es la interrogante que deben formularse los hombres y también las mujeres.

Y la respuesta es difícil. No bastará alguna treta con glándulas o secreciones o alimentos o drogas. Tampoco bastará alguna revelación o mensajes maravillosos. Se trata de volvera entrar en contacto con el centro vivo del cosmos. ¿Y cómo lo haremos?

D. H. Lawrence

lunes, mayo 10

El alquiler del fantasma

Era una construcción de vastas proporciones y su madera daba la impresión de solidez y resistencia. Llevaba muchos años allí, pues la madera de la entrada y de bajo el alero, en gran parte bien tallada, me remitió, por lo menos, al siglo XVIII. Todo esto fue pintado alguna vez de blanco, pero la ancha espalda del tiempo, recostada cien años contra la madera, había dejado al descubierto el veteado. Frente a la casa había unos manzanos, más nudosos y fantásticos que otros, en general, que se veían en la oscuridad creciente ajados y exhaustos. Las persianas de todas las ventanas estaban mohosas, firmemente cerradas. Nada daba indicios de vida, allí. La casa parecía inexpresiva, fría y desocupada, pero cuando me aproximé me pareció notar algo familiar, una elocuencia audible. (...) El último destello rojo del crepúsculo se desprendió, pronto a desvanecerse, y se posó un momento en la fachada de la vieja casa. Tocó con regularidad perfecta, la serie de pequeños plafones de la ventana en forma de abanico que había sobre la puerta y chispeó, fantásticamente. Se desvaneció y dejó la fachada intensamente oscura. En aquel momento me dije, con acento de profunda convicción: "En esta casa hay algún fantasma".

sábado, mayo 8

Me siento huérfana. Llevo semanas tratando de escribir un texto para mi taller con el tema pero, como dice Vallejo, lo que escribo se me vuelve arena. La máscara funciona de maravilla, pero mis amigas huelen el artilugio (alerta de autoprotección: la armadura presenta farios serios). Una me llama para proponerme comida y búsqueda de libros. Otra me agenda unos whiskys. Rota me levanto de la cama, y me visto para ceremonia cívica, embajadores incluidos, y sonrisa, y plática de ocasión. Rota transcurro la mañana. Rota, me voy a comer con mi amiga a una fonda argentina, a mirar libros por horas y a tomar café. Rota, le voy contando de mi rotura hasta que, ya con la otra amiga, pespunteamos el viernes con las imaginaciones del Dr. Parnassus. Los whiskys hilvanan el ya comienzo de sábado. Rota, preparo el telar.

lunes, mayo 3

Lunes por la mañana

Era un homenaje a un personaje destacado, oriundo de Puruán, Michoacán, hoy por la mañana, en la Rotonda de las Personas Ilustres. Me habían pedido asistir, así que consulté en el internet a quién y por qué se homenajearía. Mi ignorancia fue redimida: Ignacio González Guzmán es un biólogo, médico, investigador de principios de siglo, que hizo grandes contribuciones a la ciencia de su época, de nuestro país. Ya en el Panteón Civil, me enteré que también el hijo de don Ignacio hizo grandes descubrimientos, y que a él se debe uno de los tratamientos más efectivos contra la diabetes en nuestro país. Que tanto don Ignacio como su hijo fueron hombres de su tiempo, cercanos al ideal helenístico del desarrollo integral del ser humano, así que, además de hombres de ciencia, fueron también deportistas y cultivadores de las bellas artes. Todo esto me lo contó el nieto del homenajeado, Gabriel González, músico de jazz, mientras esperábamos el comienzo del evento entre las tumbas de Diego Rivera y de Amado Nervo (con su carpa de cristal azul). Ya luego nos asignaron lugares, y vino todo el resto: honores a la bandera, el presidium, las presentaciones, los discursos... Gabriel llevaba algo escrito, varias hojas, y lo ví escojer solamente unas cuantas. Me dio la impresión, como otras veces, de que el protocolo mata la emotividad. ¿Para eso estará pensado? Hicimos guardia de honor, cantamos el himno nacional, y ahí acabó el numerito. Me quedé un rato más escuchando a la banda de guerra de una secundaria y me quedé también con ganas de darme una vuelta entre tanto nombre ilustre y, además, tomar nota de todos los que faltan. Con esta tonada comienza la semana. Interesante.