martes, enero 1

Parecía interminable y acabó ayer. 2012 fue un año en alto contraste, de mucho aprendizaje personal, de caminar descalza por la realidad, de mirar el abismo muy de cerca. Tuve miedo y enojo, mucho enojo, pero tuve también momentos luminosísimos. Comprendí que nada está dado, nada es así y para siempre. Sentí mis fuerzas tensarse para mover un engrane aquí y otro allá, en el trabajo, en el amor, en el ser mismo.  Escribí muy poco pero viví muchísimo. En el principio era el caos, reza una historia antiquísima, y 2012 fue exactamente eso: caos hasta el último minuto. Me paro al borde del año y evoco la imagen de Cristóbal Colón en la proa de su barco, frente al mar y la incertidumbre, pero con una idea fija en la mente. Nada nos es dado, salvo la vida. De nosotros depende existir. 2013: allá vamos, humanos plenos.