martes, enero 30

De inseguridades

Mi miedo al rídiculo es tal, que solamente es comparable con mi incapacidad para saber cuando estoy haciendo el ridículo.

lunes, enero 29

Poesía vertical

Recuperar figuras del sueño
como quien gana terreno al mar
y fundar en esa mínima playa
el temblor de un pequeño poema.

Devolver luego el sueño al sueño
y cerrar el circuito,
porque el sueño no puede estar mucho
afuera del sueño.

Así, casi sin haberlo buscado,
quedará entre las palabras del poema
un poco del perfume del fondo.

Roberto Juarroz

lunes, enero 22

Tan cerca la noche
las nubes
tan cerca.

Escurre
tibio
por la cara
un regocijo
de galletas.

jueves, enero 18

En este hilo de luz
helada
respiro apenas
y escribo
un filtro finísimo
de palabras
que no abran el haz
que no repitan el eco
de la jauría
que me aguarda
afuera
de este hilo helado
de luz

lunes, enero 15

Podría ser más sencillo.
Sumergirse en el agua tibia.
Salir a la hora precisa.
Tiritar un poco de frío.
Partir.

Más simple tendría que ser
pero el delirio
delirio sumergirse
salir al delirio
tiritar delirio

partir.

viernes, enero 12

¿Quién rompe una lanza por el amor? Por el amor que nos va entrando quién sabe cómo, calladito, y cobra dimensiones de hecatombe. Ese que es inocultable y muchas veces impertinente. Ese que nos hace dormir sonriendo o que nos siembra el insomnio permanente; el que nos llena de lugares comunes y de ganas de inventar un nuevo idioma porque no nos alcanzan las palabras; el que nos hace comprender plenamente el sentido de la vida y también su sinsentido. El amor que no cabe en una realidad pequeñita, que nos impele a andar a campo traviesa siguiendo a ciegas una música que nos crece por dentro, perseguidos por catarinas y escarabajos dorados. El amor que nos enseña los ocres eriales de la amargura, que nos pone a palpitar la rabia, que nos viste de melancolía. ¿Quién rompe una lanza por el amor? Por ese viejo que lleva siglos enloqueciendo a la humanidad y contra el que se han inventado miles de ineficaces vacunas. Ese viejo tembleque y pasado de moda, con su boca llena de flores y el estilete oculto entre sus galas. El patrono de tanta obra de arte y obra a secas, de tanto revolucionario, de tanto suicida, de tantos escándalos, porque como dijo el gran Dylan no es fácil estar enamorado y ser sabio al mismo tiempo. ¿Quién rompe una lanza por el amor? Por el amor en presente continuo, por el amor que no posee, por el que no necesita; por el amor que ilumina y consume pero crea, por el que nos hunde para enseñarnos el más arriba. Por un instante de ese amor, uno solo ¿quién rompe una lanza?

miércoles, enero 10

Conque al fin y al cabo, por más vueltas que le demos, todo es soledad. Y dejar constancia de ello, quebrar las barreras que me impedían decirlo abiertamente, me permite avanzar con más holgura por un territorio que defino al elegirlo, a medida que lo palpo y lo exploro, lo cual supone explorarme a mí misma, que buena falta me hace. Porque ese territorio se revela y toma cuerpo en la escritura. Mejor dicho, es la escritura misma tal como va segregándose y echando corteza, plasmándose en los perfiles que la mirada descubre y trasiega en palabra; con ella engendro mi patria indiscutible, aunque sujeta a mudanza. Mi patria escabrosa y recóndita, siempre esperando por mí. Riachuelos por cuya corriente huyen los peces rojos del pretérito imperfecto, montañitas dentadas de gerundios, cuestas arriba flanqueadas por signos de admiración y puntos suspensivos, angostos desfiladeros donde se hila la oración compuesta, árboles frondosos de adjetivos o desnudos de ellos, praderas atisbadas en sueños y a las que sólo se llega por el puente inestable del condicional.

Nubosidad variable. Carmen Martín Gaite.

viernes, enero 5

Les digo que deben avisar
que no pueden asaltarme a mitad de la calle
o pagando la fruta en el mercado.
Les digo que no puedo dedicarles tanto tiempo
que a veces necesito estar tranquilamente en mi casa.
Son impertinentes,
no hay agenda que las arredre;
la de veces que he tenido que quedarme a sufrir su llegada intempestiva.
Por momentos logro que se queden calladas, quietecitas;
pero siempre vuelven a correr
pisotéandome el pecho
las lágrimas.

martes, enero 2

El rey ha muerto. Viva el rey.

Se acabó. Parecía que no, que duraría y duraría y duraría, pero se acabó. Fue intenso. Podría decir más: decir que fue extremo, explosivo, calcinante, devastador... y parecería que exagero. No hay exageración. Este año del señor de 2006 me recibió en una cama de arenas blancas, me consintió, me animó a hacer algunas locurillas y sin previo aviso me volteó al revés, como si de un calcetín se tratara. Digo esto por decir que hubo una muy interesante conjunción de azares y decisiones personales: Casualidades y causalidades. Comienza un nuevo año y por diversas razones, más allá de las fechas calendáricas que nos hemos inventado, lo miro como si de una hoja en blanco se tratara, con la misma expectación y una especie de reverencia. Como cuando tiene uno muchas cosas que escribir, una parvada de imágenes surfeando en la cabeza, mil y un vocablos a cual más brillantes y agudos... y varias montañas de borradores fallidos. Hay que seguir escribiendo, sin duda. Recuerdo algunos textos que genuinamente me gustan, me hacen sentir orgullosa de mi pluma o, por lo menos, de su potencial. Voy reconociendo (más por intuición que por raciocinio) fortalezas y debilidades. Comienzo este periodo, este texto, esta crónica vívida con muy poco en realidad y, sin embargo, con más de lo que he tenido: Un par de certezas, una rebanada de luna, un árbol y una ventana. También con la sensación de poder escuchar el ritmo de las cosas, de intuir su lugar en mi propia música y la voluntad de darles su tiempo, su espacio, su peso. En la vida. En la escritura. Hay que seguir escribiendo. Hay que seguir.