sábado, diciembre 18

Dejar la gravedad
la pupila caída
reirme de la ingenuidad
de la sordera
imaginar mi cara de mala tragedia
los huesos salidos
mi aire de pájaro mojado.

Dejar la pupila caída y cantar
como final
un corrido:

Él fue mi vida;
yo era su querer.

domingo, diciembre 12

Summertime, and the livin' is easy
Fish are jumpin' and the cotton is high
Oh! Your Daddy's rich and your Ma is good lookin'
So, hush little baby, don't you cry . . .

One of these mornin's you're gonna rise up singin'
Then you'll spread your wings, and you'll take to the sky
But 'till that mornin' there's a nothin' can harm you,
with Daddy and Mammy standin' by . . .

But 'till that mornin' there's a nothin' can harm you,
with Daddy and Mammy standin' by . . .

domingo, noviembre 28

Vestida de amarillo
abrazaba estrechamente un muñeco;
el sol llenaba la explanada;
los atlantes miraban atentos.

Seguí el camino
brincando de una baldosa a la otra
persiguiendo el olor del pasto.

Un golpe de viento me hizo levantar la cara
cerrar las ojos.
Ahí aprendí a volar

domingo, noviembre 21

La luna salió por mi omóplato derecho:
es hora de ponerme una máscara veneciana,
tomar mi capa y carruaje,
y buscar el carnaval.

lunes, noviembre 15

La nueva Babel, escrito en vigorosa prosa miltoniana, proponía la construcción del paraíso en América. Al contrario que otros autores sobre el tema, Dark no suponía que el paraíso fuera un lugar que pudiera descubrirse. No había mapas que pudieran llevar al hombre hasta sus costas. Más bien, su existencia estaba inmanente dentro del hombre mismo; la idea de un más allá que él pudiera crear algún día en el aquí y ahora. Porque la utopía no estaba en ninguna parte, ni siquiera, como explicaba Dark, en su "verbo". Y el hombre lograría crear ese lugar soñado únicamente construyéndolo con sus propias manos.

Paul Auster, La trilogía de Nueva York.

domingo, noviembre 7

Tendría que terminar algunos pendientes, pero no encuentro la razón para hacerlo (cuando no se tiene la voluntad resulta muy útil echarle la culpa a la razón)

viernes, septiembre 17

Soy yo
empeñada en mirar milimétricamente
la imperfección de la banqueta
la impureza del paso
y adelante la bruma espesa de Nohayallá.

Soy yo a quien le duele pisar el suelo
y escuece el aire del mar que me rodea
y la noche enciende toda mi oscuridad.
Suelo, mar y noche vestirán de luz en el recuerdo.

Soy yo la que elige siempre entre el dolor y la nada
en esta miscelánea de opciones,
la que quiere incandescer un segundo solo
ser
morir, despertar, lamerse las heridas
entender
aprender el estar siendo
y luego al fuego blanco otra vez

Soy yo que intenté el salto mortal del abismo al abismo
porque el piso firme me asesina
me envenena la brujería irremediable del tiempo
que vuelve invisible aquello que se ve todos los días
y hace una mueca de toda plácida sonrisa

Soy yo
que siempre se escapó en las palabras
para no decir:

Soy yo.
Mi padre ha muerto otra vez
y su muerte implacable me amanecerá sola
huérfana como después de su primera muerte.

Pero esta vez sí voy a llorar.

miércoles, septiembre 1

Parece que no, pero

Me encuentro siempre en el mismo algo
el mismo mar
el mismo árbol
el mismo callejón sin salida

Logro inclusive recordarme distinta frente a cada mismo
con el pelo largo con el pelo corto con falda con calcetas con
pantalón largo con pantalón corto sin
(lo único permanente son las pecas en mi piel)

Algo falta
un otro acomodarse los recuerdos
poner una semilla sin dejo de nostalgia
lanzarse calle adelante y dar vuelta en la esquina
así

jueves, agosto 19

3

Pienso en gente convencida de que la globalización, tal y como nos la están vendiendo, no es un sueño equivocado: es un sueño pequeño. Quieto. Bloqueado. Es un sueño en gris, porque procede directamente del imaginario de ejecutivos y banqueros. En cierto sentido, se trataría de empezar a soñar ese sueño en lugar de ellos, y de hacerlo realidad. Es una cuestión de fantasía, de tenacidad y de rabia. Es tal vez la misión que nos aguarda.

Alessandro Baricco, Next. Sobre la globalización y el mundo que viene, Anagrama, Barcelona, 2009.

jueves, julio 29

Miércoles, 8 de la mañana. Escucho a un gato maullar desesperadamente. Espero, con mucha fe, que no sea mi gato.

Miércoles, 8:20 de la mañana. Mi gato no aparece. Sospecho que es el que sigue maullando desesperadamente.

Miércoles, 8:21 de la mañana. Identifico que el maullido viene del cubo del edificio. La única ventana que da para ese lado es la del baño.

Miércoles, 8:23 de la mañana. Arrimo una silla a la ventana del baño, me asomo y no veo nada. El maullido, desesperado, sigue.

Miércoles, 8:24 de la mañana. Ensayo diversas hipótesis: a) el gato brincó a la zotehuela de la vecina y le meó la alfombra: ahora lo están torturando. b) una vecina entró sigilosamente por la noche a robárselo (está chulo, mi gato) c) el gato se salió y ahora pide regresar a su casa, desesperado. A la postre, de alguna manera, esta sería la hipótesis correcta.

Miércoles, 8:30 de la mañana. Bajo al estacionamiento del edificio (al que no había entrado en cuatro años) a buscar al fugitivo. Mi desoncierto crece al no encontrar ahí al gato y tampoco divisarlo en el cubo del edificio. El maullido sigue desesperado.

Miércoles, 8:40 de la mañana. Me decido a pasar por loca y desde la zotehuela, pegada a los barrotes que la "protegen" pero no me permiten asomarme, comienzo a llamar a mi gato.

Miércoles, 8:41 de la mañana. Una vecina de enfrente se asoma y me pregunta enojada: ¿Ya vio dónde está el gato? Yo, amoscada: No, no lo veo. Ella, muy seria: está ahí en el techo del boiler de su vecina de abajo. Yo, asombrada: ¿En serio? No alcanzo a verlo. Ella, más enojada: Pues ahí está ¿sabe usted de quién es? Yo, asustada: Sí. Es mío. Ella, incalificable: Ay, pues ya estábamos por llamar a los bomberos para que lo bajaran de ahí. Yo, en un susurro: Gracias. Ahora bajo a ver.


Miércoles, 8:44 de la mañana: Toco a la puerta de mi vecina de abajo, hasta cuatro veces. Repentinamente me abre, con el teléfono en la mano. Escucho: Sí, Carmelita, aquí está, acaba de tocar a mi puerta. Sí Carmelita, tiene razón. Sí. Ahora le llamo. Cuelga. Yo: Me dicen que mi gato está en el techo de... Ella: Sí, ya le llamamos a los bomberos, porque está muy alto y no alcanzo. Yo: A lo mejor si yo... Ella: No vas a alcanzar. Yo no alcanzo. Yo: Oye, qué pena, de verdad. ¿Podrías avisarme cuando lleguen los bomberos? Ella: Será notorio cuando lleguen. Yo: Ok. Gracias. El maullido sigue como música de fondo.

Miércoles, 9:45 de la mañana: Tocan a la puerta. Es la hija de mi vecina: Ya llegó el bombero. Qué bonito perro ¿no se pelea con tu gato? Yo: No. Se hacen compañía, juegan. A ver, vamos.


Miércoles, 9:55 de la mañana: El cuqísimo departamento de mi vecina está lleno de bomberos que huelen a... bomberos. No alcanzan al gato, que se calla un segundo, para luego seguir maullando desesperadamente. Me miran como si fuera yo la dueña del gato, cosa que les confirmo también desesperadamente.

Miércoles, 10:00 de la mañana. Ahora es mi departamento el invadido. Evalúan la situación y piensan que tal vez necesiten descolgarse desde el techo. Lo hacen mientras me miran como si fuera yo la que maulla desesperadamente.

Miércoles, 10:10 de la mañana. Deciden intentar por entre los barrotes de PVC que "protegen" mi zotehuela. Logran desprender uno por donde cabe, entero, un bombero. Se dobla sobre el muro, cada vez más afuera, mientras su compañero lo agarra de una pierna. El maullido desesperado crece.

Miércoles, 10:15 de la mañana. Por sobre el balcón aparece un bombero agarrando un gato. Ambos tienen cara de susto. El bombero, además, está lleno de pelos. Del gato, se entiende.

Miércoles, 10:16 de la mañana. Sigo al gato hasta el estudio, lo cargo y camino con él a la zotehuela, donde siguen los bomberos colocando en su lugar el barrote que removieron. El gato los mira y huye despavorido.

Miércoles, 10:22 de la mañana. Ya se fueron los bomberos. Tocan a mi puerta. Es la hija de mi vecina: Quiero ver al gato. Yo: Aquí está, pero todavía está asustado. Ella: ¿Era él el que maullaba? (no, no dijo desesperadamente) Yo: Sí. Vamos con tu mamá que quiero darle las gracias.


Miércoles, 10:23 de la mañana. En el departamento de mi vecina, yo: Oye, muchas gracias, y mil disculpas. Ella: Yo creo que tu gato se te escapó a la zotehuela. Yo: de hecho le dejo la puerta abierta, ahí está su arenero. Ella: pues yo creo que ya no le gusta, deberías taparle o algo. Yo: Pues... gracias, otra vez.








El rescate










El pinche gato

domingo, julio 25

Araceli Herrera

La conocí hace un montón de tiempo, no recuerdo si en el Café del Patio de Sor Juana o en la casa de Raquel. Recuerdo su sonrisa apacible y generosa, su presencia serena; nos acompañó en la aventura de la construcción de Salvajes, locos, niños y poetas, colectivo de artistas. Sus fotos fueron con nosotros a varias exposiciones. Nos dejamos de ver muchos años y luego la vida nos volvió a juntar. Entonces llegaron sus fotos, otra vez, a poblar con su mirada curiosa y precisa mi hacer cotidiano. Compartimos un mezcalito en la Escuela de Culturas Populares allá en la Obrera y nos dejamos de ver otra vez. Hoy me entero que esa fue la última, que Araceli Herrera se nos fue. Tómale, amiga, muchas fotos al infinito; ya las veremos juntas.

viernes, julio 16

Alguna vez retozó aquí el mar
ese delicadísimo encaje castaño es su despedida al litoral
y ahí donde ahora crece alto el trébol nadaban los peces amarillos

Hubo una vez una isla
en que sueños y secretos deambulaban libremente;
ese tronco se llamó alguna vez liquidámbar
y en sus ramas los pájaros trinaban adivinanzas

No me creas:
cierra los ojos, imagínalo todo
ahí estás

jueves, julio 1

Civilización y barbarie

(...) en su propia relación con los bárbaros toda civilización lleva inscrita la idea que tiene de sí misma. Y que cuando lucha con los bárbaros, toda civilizción acaba eligiendo no la mejor estrategia para vencer, sino la más apropiada para confirmarse en su propia identidad. Porque la pesadilla de la civilización no es ser conquistada por los bárbaros, sino ser contagiada por ellos: no es capaz de pensar que pueda perder contra esos andrajosos, pero tiene miedo de que luchando pueda salir modificada, corrompida. Tiene miedo a tocarlos. Así a que tarde o temprano a alguien se le ocurre la idea: lo ideal sería poner una buena muralla entre nosotros y ellos.

(...) Así que esto es lo único que estamos autorizados a pensar sobre la Gran Muralla: no se trataba tanto de un movimiento militar como mental. Parece la fortificación de una frontera, pero en realidad es la invención de una frontera. Es una abstracción conceptual fijada con tal fimeza e irrevocabilidad que llega a convertirse en un monumento físico e inmenso.

Es una idea escrita con piedra.

La idea era que el imperio era la civilización, y todo lo demás, barbarie, y por tanto no-existencia; la idea de que no existían seres humanos, sino chinos de un lado y bárbaros del otro; la idea de que ahí en medio había un confín: y si el bárbaro, que era nómada, no lo veía, ahora iba a verlo: y si el chino, que estaba atemorizado, se olvidaba del mismo, ahora se acordaría de él. La Gran Muralla no defendía de los bárbaros: los inventaba. No protegía la civilización: la definía.

Alessandro Baricco, "La Gran Muralla", en Los bárbaros. Ensayos sobre la mutación, Anagrama, Barcelona, 2008, pp. 205-206.

miércoles, junio 23

Y ya he completado la obra, que ni la cólera de Júpiter ni el fuego ni el hierro ni el voraz tiempo podrá destruir. Que cuando quiera aquel día, que no tiene ningún derecho a no ser sobre este cuerpo, ponga fin al transcurso de mi insegura vida: sin embargo, en la mejor parte de mí seré llevado eterno por encima de los elevados astros, y mi nombre será imborrable y, por donde se extiende el poderío romano sobre las domeñadas tierras, seré leído por la boca del pueblo, y a lo largo de todos los siglos, gracias a la fama, si algo de verdad tienen los vaticinios de los poetas, VIVIRÉ.

Ovidio, Metamorfosis, traducción de Consuelo Álvarez y Rosa Ma. Iglesias, Cátedra.

domingo, junio 13

Viernes de Chicas del Blues, en el Ruta 61

Ya habíamos estado ahí, el sábado pasado. Ya habíamos escuchado a Vieja Estación, en una noche que dinamitó la Condesa y cuyas estrellas brillarían en el Iberoamerica Blues Fest el día después. Este viernes estuvo la Vieja Estación acompañando a José Luis Pardo, buen guitarrista, joven y guapo, que convocó a las Chicas del Blues en el Ruta. Es bueno, en serio, uno se da cuenta de que lo que hace es dificilísimo de hacer... pero no mueve, no emociona, no... no. Lo bueno es que ahí estaba Vieja Estación, y también un músico de El Tri y un armonicista muy bueno y con un gran sentido del humor, que se subieron al escenario a echarse sendos palomazos. Ahí comenzó el incendio en serio, con el diálogo entre la armónica y la guitarra de Tommy, y luego la armónica como slide, y luego como slide un vaso, después una cerveza templó las cuerdas... Incendio, en serio: la gente se paró a bailar, el alcohol se sublimó en las venas. Vieja Estación conmueve con música de la mejor, interpretada de la mejor manera: con pasión. Y el Ruta abre también gustoso su puertas a los amantes del rock y a las Chicas del Blues.

sábado, mayo 22

Y entonces, a los hombres sólo les resta volver a la vida misma. Volver a la vida que fluye invisiblemente en el cosmos y fluirá siempre, sosteniendo y renovando todas las cosas vivientes. No se trata de pecados o de moral, de ser bueno o ser malo. Se trata de renovación, de ser renovado, vivificado, de tornarse nuevo y vívidamente animado y consciente, en vez de agotado y rancio, como los hombres de hoy. ¿Cómo renovarse, renacer, revivir? Esta es la interrogante que deben formularse los hombres y también las mujeres.

Y la respuesta es difícil. No bastará alguna treta con glándulas o secreciones o alimentos o drogas. Tampoco bastará alguna revelación o mensajes maravillosos. Se trata de volvera entrar en contacto con el centro vivo del cosmos. ¿Y cómo lo haremos?

D. H. Lawrence

lunes, mayo 10

El alquiler del fantasma

Era una construcción de vastas proporciones y su madera daba la impresión de solidez y resistencia. Llevaba muchos años allí, pues la madera de la entrada y de bajo el alero, en gran parte bien tallada, me remitió, por lo menos, al siglo XVIII. Todo esto fue pintado alguna vez de blanco, pero la ancha espalda del tiempo, recostada cien años contra la madera, había dejado al descubierto el veteado. Frente a la casa había unos manzanos, más nudosos y fantásticos que otros, en general, que se veían en la oscuridad creciente ajados y exhaustos. Las persianas de todas las ventanas estaban mohosas, firmemente cerradas. Nada daba indicios de vida, allí. La casa parecía inexpresiva, fría y desocupada, pero cuando me aproximé me pareció notar algo familiar, una elocuencia audible. (...) El último destello rojo del crepúsculo se desprendió, pronto a desvanecerse, y se posó un momento en la fachada de la vieja casa. Tocó con regularidad perfecta, la serie de pequeños plafones de la ventana en forma de abanico que había sobre la puerta y chispeó, fantásticamente. Se desvaneció y dejó la fachada intensamente oscura. En aquel momento me dije, con acento de profunda convicción: "En esta casa hay algún fantasma".

sábado, mayo 8

Me siento huérfana. Llevo semanas tratando de escribir un texto para mi taller con el tema pero, como dice Vallejo, lo que escribo se me vuelve arena. La máscara funciona de maravilla, pero mis amigas huelen el artilugio (alerta de autoprotección: la armadura presenta farios serios). Una me llama para proponerme comida y búsqueda de libros. Otra me agenda unos whiskys. Rota me levanto de la cama, y me visto para ceremonia cívica, embajadores incluidos, y sonrisa, y plática de ocasión. Rota transcurro la mañana. Rota, me voy a comer con mi amiga a una fonda argentina, a mirar libros por horas y a tomar café. Rota, le voy contando de mi rotura hasta que, ya con la otra amiga, pespunteamos el viernes con las imaginaciones del Dr. Parnassus. Los whiskys hilvanan el ya comienzo de sábado. Rota, preparo el telar.

lunes, mayo 3

Lunes por la mañana

Era un homenaje a un personaje destacado, oriundo de Puruán, Michoacán, hoy por la mañana, en la Rotonda de las Personas Ilustres. Me habían pedido asistir, así que consulté en el internet a quién y por qué se homenajearía. Mi ignorancia fue redimida: Ignacio González Guzmán es un biólogo, médico, investigador de principios de siglo, que hizo grandes contribuciones a la ciencia de su época, de nuestro país. Ya en el Panteón Civil, me enteré que también el hijo de don Ignacio hizo grandes descubrimientos, y que a él se debe uno de los tratamientos más efectivos contra la diabetes en nuestro país. Que tanto don Ignacio como su hijo fueron hombres de su tiempo, cercanos al ideal helenístico del desarrollo integral del ser humano, así que, además de hombres de ciencia, fueron también deportistas y cultivadores de las bellas artes. Todo esto me lo contó el nieto del homenajeado, Gabriel González, músico de jazz, mientras esperábamos el comienzo del evento entre las tumbas de Diego Rivera y de Amado Nervo (con su carpa de cristal azul). Ya luego nos asignaron lugares, y vino todo el resto: honores a la bandera, el presidium, las presentaciones, los discursos... Gabriel llevaba algo escrito, varias hojas, y lo ví escojer solamente unas cuantas. Me dio la impresión, como otras veces, de que el protocolo mata la emotividad. ¿Para eso estará pensado? Hicimos guardia de honor, cantamos el himno nacional, y ahí acabó el numerito. Me quedé un rato más escuchando a la banda de guerra de una secundaria y me quedé también con ganas de darme una vuelta entre tanto nombre ilustre y, además, tomar nota de todos los que faltan. Con esta tonada comienza la semana. Interesante.

jueves, abril 29

Limpieza de clóset

Consideré solo dos posibilidades:
1. La ropa que no me queda, y (sobre todo) 2. la ropa que aunque me quede no me volvería a poner.

Olvidé una tercera posibilidad muy posible... en realidad la más recurrente: La ropa que habría querido ponerme otra vez pero que ya no me queda.

viernes, abril 23

23 de abril de 2010: Los trabajadores de Cananea amenazan con detonar explosivos si intentan desalojarlos de la mina, una vez que la Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró inexistente la huelga.

La historia no se repite: somos nosotros los necios.

domingo, abril 4

I

Miro al desierto como quien mira su propia muerte
fin paridor de las cosas
lugar de la sobrevivencia
y del sueño

Miro al desierto con la mirada alegre
la nostalgia de lo sabido
lo que no está pero se busca

Miro al desierto:
un colibrí acompaña mi mirada

II

Se eleva la ruta
desciende
vuelve la ascensión

en mis piernas aquí crujen los engranes
allá en el desfiladero
con el aire
vuelo

III

Colorido de roca
flota el camino bajo mis pies;
habla el venado:
su voz es tansparente

IV

Miro al desierto como mirar mi propia muerte.
Duerme.

domingo, marzo 28

De Magritte y de astrolabios

Este sábado volví a tomar camino rumbo al Centro, terca terqueando en mi amor por esas calles bulliciosas y esos edificios que vuelven a estrenar sus galas. En el Palacio de Bellas Artes me recibió Magritte, que tuvo el buen tino de salirse del lugar común de la referencia obligada y maravillarme en sonrisas solitarias. El Hada Ignorante me conmovió, como dice Pessoa, como una tristeza buena. Me llevé conmigo sus magníficas reflexiones sobre el objeto, la imagen y las palabras hasta San Ildefonso y sus mapas, donde me esperaban Eduardo & Eduardo, y un astrolabio, objeto que no conocía aunque jugué con la palabra desde niña. Contemplé ahí el mundo en los ojos que aún no concebían América. Saliendo, americanos rotundos, nos empacamos unas papas fritas mientras la emprendimos con las calles del centro, como cuando éramos jóvenes, porque bellos seguimos siendo a pesar de los heladotes que también emprendimos, poco antes de rematar con unas enmoladas todavía cerquita de Bolívar, pero ya mucho más al sur de ese centro histórico que me sigue gustando, de gustar.

domingo, marzo 21

Me contaron que ahí se cometieron dos crímenes terribles. Lo creí cuando me acerqué al callejón sucio y gris de tanta tristeza. Ya estaban los niños de La Pandilla y la incansable Irma al frente, con sus brochas y sus botes de pintura, listos para llenarlo de risas y pintura naranja. Fueron cuatro horas de trabajo arduo. Hubo mucha gente ahí, alguna cumpliendo con su obligación laboral; otra, entregada a la convicción de que hay mucho por hacer, y que solo se puede empezar haciendo. Ojalá que este esfuerzo se multiplicara en muchos lugares, ojalá que logremos llenar de risas y de plantas muchos sitios más. Gracias a La Pandilla de Anáhuac. El barrio de Santa Julia deberá estar orgulloso de sus niños.




martes, marzo 16

De El libro del desasosiego

Como todos los grandes enamorados, me gusta la delicia de la pérdida de mí mismo, en la que el gozo de la entrega se sufre completamente. Y, así, muchas veces, escribo sin querer pensar, en un devaneo exterior, dejando que las palabras me hagan fiestas, niño pequeño en su regazo. Son frases sin sentido, que corren mórbidas, con una fluidez de agua sentida, un olvidarse de riachuelo en el que las olas se mezclan e indefinen, volviéndose siempre otras, sucediéndose a sí mismas. Así las ideas, las imágenes, trémulas de expresion, pasan por mí en cortejos sonoros de sedas esfumadas, donde la claridad lunar de idea oscila, batida y confusa.

No lloro por nada que la vida traiga o se lleve. Hay sin embargo páginas de prosa que me han hecho llorar.

Bernardo Soares / Fernando Pessoa

sábado, marzo 6

Me encuentro

Me encuentro
de pronto
construyendo puertas
(al pie de las ventanas hay siempre acantilados)

Puertas de umbrales precisos
con picaporte y sin mirilla

Encuentro que hay puertas que se abren con la llave que más me gusta
y otras que no tienen chapa, pero se abren

Me encuentro
de pronto
puertas que me llevan hacia adentro
tanto
que he sido flor y fuego
y el estanque donde la luna se moja las piernas

Me encuentro
de pronto
puertas que dan a otras puertas
irremediablemente
cuando me encuentro

jueves, marzo 4

La seguí regando todos los días aunque hace meses que no da señales de vida. Le hice incluso composta casera con un menú muy completo: fruta, huevo, café... Pero no, nada. Hoy por la mañana declaré su muerte. No me pesa: fue una flor muy bella.

jueves, febrero 25

Es un templo de techos altos, blanquísimo. Franquea la entrada una sonrisa juvenil; su mirada brillante se posa en cada una de nosotras. Vestimos atavíos de guerra. Nos espera una sala desnuda; en su piso despositamos los grandes arcos, las cimitarras. El silencio vibra en una oración silenciosa. Descubro entre mis bártulos una funda de cuero. Desenfundo. Canta mi espada y su hoja negra tiene calada toda mi historia. Comprendo entonces la plegaria; me uno a ella: Nunca Más.

martes, febrero 23

Niños

A medio día nos tocó la salida de los chicos de la escuela. Se arremolinaron alrededor de las mesas a curiosear. Los servicios delegacionales no les fueron de mucho interés, pero sí la mesa donde había pulseritas y globos. Todos agarraron a puños las pulseras y de prisa los metieron en las bolsas del pantalón, excepto uno, que agarró un puño más moderado y lo guardó en una bolsa de plástico. Se quedó alrededor de la mesa, mirando cómo el resto de los niños pedía más pulseras y más globos. De tanto en tanto, abría su bolsa y le daba pulseras a los niños más chicos. Luego, agarró los folletos de la mesa y los leyó completitos, todos. Se llama Ricardo y le dicen El Pollo. Tiene 10 años y me dice que a él si le gusta leer.

Ya por la tarde, recorriendo casas para invitar a los vecinos a la asamblea de la colonia, dimos con Aisa. "Mi mamá no está y llega de trabajar más tarde, pero yo si voy ¿de qué se trata?". Aisa tiene 10 años y asistió, puntual, a la asamblea. Tomó el micrófono muy seria y pidió que se limpiara el parque y que hubiera más seguridad, porque a alguna hora de la noche "empiezan a llegar los chavos a monearse y a darle duro" (explicó, con gestos bastante explícitos). Además, se apuntó para ser consejera vecinal de su colonia. Ya concluida la Asamblea, se acercó a pedirme que trabajáramos también en su escuela y que cambiáramos a todos los maestros porque estaban muy mal. "Mi maestra, me dijo, nos dice que todos nosotros vamos a ser obreros. Qué mal que nos diga eso".

sábado, febrero 20

Tormenta en las montañas

Nos alcanzó en una noche tenebrosa antes del cruce de las montañas.

Habíamos salido arrastrándonos de nuestras carpas y esperábamos.

Venía hacia nosotros por encima de la cordillera.

Todo era oscuridad, no se podía discernir el cielo, la tierra, el horizonte. Pero resplandecía el relámpago desgarrador, que separaba las tinieblas de la luz. Salían las montañas gigantes Blolakai y Dygutrurlichat y también los pinos negros de muchos metros, casi de la altura de las mismas montañas. Sólo por un momento podíamos ver que existía la tierra firme, y luego todo era de nuevo tinieblas y abismos.

Los fulgores de los relámpagos se aproximaban, alternaban el brillo con la oscuriad, el resplandor blanco, el resplandor rosado, el resplandor violeta y siempre en los mismos lugares aparecían las montañas y los pinos asombrándonos con su grandeza; cuando desaparecían era difícil creer su exisencia.

La voz del trueno llenó los desiladeros y dejó de orise elrugido constante de los ríos. Cual flechas de Jehová, caían los relámpagos en la cordillera y se rompían en serpentinas y chorritos como si se derramaran contra las rocas o bien derribaran y derramaran ahí algo vivo.

Y nosotros... nosotros nos olvidamos de temer al relámpago, al trueno, a la lluvia torrencial y nos tornamos semejantes a una gota del mar que no teme a la tormenta. Nos convertimos en una insignificante y agradecida partícula de este mundo.

De este mundo que hoy volvió a crearse ante nuestros ojos.

Alejandro Solyenitzin

domingo, febrero 14

Dos caminos se abren, claros, al frente: uno, la continuación del que hemos andado hasta hoy: abuso, impunidad, egoísmo ciego, consumismo irresponsable... la consecuencia de este camino es ya sensible, en el cambio climático, en la pobreza insultante, en la violencia exacerbada. El otro camino ha estado siempre ahí, pero hoy adquiere una relevancia inusual: el camino de la conciencia, individual y colectiva; de la responsabilidad individual, de la acción cotidiana. La consecuencia es impredecible, pero abre la posibilidad a la mutación de nuestra especie en una nueva, distinta, tal vez mejor.

Miro al mundo, a nuestra especie, pendiendo entre dos posibles destinos: la destrucción y la posibilidad. Sé que es una visión compartida por muchos, en muchas épocas, desde centurias atrás... Sin embargo, como nunca antes tengo claro que cada uno de nosotros es, hoy, el fiel de la balanza. Nuestro hacer cotidiano: vivir el mundo que queremos construir, activamente, arriesgadamente. Cuando el mal avanza, dijo alguien alguna vez, lo peor que pueden hacer los hombres de bien es no hacer nada.

domingo, enero 24

Esa noche su espalda tenía el frío de la lápida
pero ni él ni yo lo supimos.

Él porque durmió con la ilusión de la tibieza;
yo, porque aún no conocía la muerte.

Él yace en su colina arbolada.

A mí, desde entonces,
se me acumulan los cadáveres.

domingo, enero 17

Nunca le pregunté si podía, si quería
fue conmigo a todos lados sin chistar:
a la escuela, a la marcha, al escenario,
a la madrugada, de tarde,
cada día
fuimos a todos lados
él conmigo y yo con él
despertamos juntos
asombro
curiosidad
pena.

Ahora reniega ya,
gruñe.
Yo le hablo quedito,
lo convenzo, con calma,
con paciencia,
y casi siempre lo logro.


Pero cada vez con más frecuencia me pregunto
qué pasará cuando ya no me quiera escuchar
mi cuerpo.

domingo, enero 10




Voy a hacer una niñería, le dije, usted sabrá disculpar. Solté bolsa, guaraches, gorra, lentes... Descalza, corrí con gran deleite sobre la amplisima pradera, sobre el pasto húmedo y, para gran sorpresa de mi ya no joven humanidad, hice dos vueltas de carro. Un poquito avergonzada de mi misma, pero también jubilosa, volví a recoger mis cosas. Varios pasos después me di cuenta de que no traía mis lentes puestos. Agarré la bolsa, guaraches, gorra... y no supe dónde dejé los lentes. Al final aparecieron, gracias al ojo avisor de Fernando (yo, además de miope, estaba a punto de las lágrimas); pero esto viene a confirmar mi afirmación recurrente: el destino me toma demasiado literalmente, y tiene un sentido del humor más bien retorcido.

domingo, enero 3

Fue una lástima que no hubiera sabido más sobre dragones. Eso le hubiera salvado la vida cuando se encontró con aquel joven dragón.

Hubiera sabido, por ejemplo, que los dragones, por ser tan viejos, son sabios. Esto significa algo no tan claro: no son buenos ni malos. Los dragones son.

Hubiera sabido también que los dragones conocen como nadie los recovecos del lenguaje, por eso nunca hay que hablar con un dragón. Huir a todo galope (uno no se encuentra con un dragón a menos que vaya a caballo) o cortarle la cabeza de un tajo (sobre esto hay otras versiones, pero esta sirve).

Y ya puestos a conversar, hubiera sabido que cuando uno habla con un dragón debe mirarlo fijamente a los ojos. Hubiera sabido que el brillo en los ojos de los dragones cambia de color según las intenciones del dragón.

Claro que este dragón tampoco sabía mucho sobre los humanos, pues entonces hubiera sabido que éste en particular entabló conversación con él no porque fuera muy ducho, sino justamente por lo contrario: era un completo ignorante en materia de dragones.

Tampoco hay que culpar demasiado a este ser humano: el dragón era en verdad hermoso. Bueno, concedamos un poco: uno no encuentra a un dragón todos los días, así que topárselo así, de buenas a primeras, mientras se va disfrutando del fresco y del paisaje, debe dejarlo a uno por lo menos atónito.

Eso le pasó a nuestro personaje.

Imaginen un ser que cuando abre la boca expele volutas de humo de todos los colores, que oculta su mirada bajo unos párpados tornasol, como espejos, donde danzan los reflejos del follaje y el sol.

Imaginen la textura de su piel después de una lluvia ligera, las gotas de agua pendiendo como esferas cristalinas en su pelaje suave (recuerden que este era un dragón muy joven, tanto, que todavía no criaba escamas).

Imaginen también la sorpresa del dragón cuando se topó con este humano que no huyó ni empuñó espada alguna, sino que prácticamente recargaba su mandíbula inferior en el cuello de la montura, tan grande era su asombro.

Si nuestro personaje hubiera sabido más de dragones habría entendido el destello esmeralda en los ojos del dragón, que disimuló de inmediato. Su esencia felina (los dragones poseen en su ser las esencias de todos los seres del universo) se había manifestado: nuestro héroe había despertado la curiosidad del dragón. Así que adoptó la postura más cómoda y confiable, y con su voz profunda y bella inició la conversación como al descuido.

Hay que decir que nuestro personaje tuvo mucha suerte: era tan inocente su forma de mirar el mundo que incluso, aunque tartamudeando un poco, se tomó el atrevimiento de disentir de su contertulio. Con esta osadía convocó la infancia del dragón, cuando él mismo dudaba de la opinión de los otros dragones.

En resumidas cuentas, el dragón se divertía y recordaba cosas que creyó olvidadas hacía siglos.

La conversación duró mucho tiempo; años, tal vez. Duró tanto que nuestro personaje se apeó de su caballo. Si hubiera sabido más sobre dragones, habría entendido que con eso firmó su sentencia de muerte.

Sin embargo, no todo acabó mal: el dragón no lo devoró. Enterró sus restos al pie del árbol bajo el cual se dio la conversación, y que en el transcurso había crecido alto.

Si nuestro héroe hubiera sabido más sobre dragones no existiría ahora este árbol inmarcesible que puede contarle a quien sepa escucharlo los secretos más secretos de los dragones.