domingo, marzo 28

De Magritte y de astrolabios

Este sábado volví a tomar camino rumbo al Centro, terca terqueando en mi amor por esas calles bulliciosas y esos edificios que vuelven a estrenar sus galas. En el Palacio de Bellas Artes me recibió Magritte, que tuvo el buen tino de salirse del lugar común de la referencia obligada y maravillarme en sonrisas solitarias. El Hada Ignorante me conmovió, como dice Pessoa, como una tristeza buena. Me llevé conmigo sus magníficas reflexiones sobre el objeto, la imagen y las palabras hasta San Ildefonso y sus mapas, donde me esperaban Eduardo & Eduardo, y un astrolabio, objeto que no conocía aunque jugué con la palabra desde niña. Contemplé ahí el mundo en los ojos que aún no concebían América. Saliendo, americanos rotundos, nos empacamos unas papas fritas mientras la emprendimos con las calles del centro, como cuando éramos jóvenes, porque bellos seguimos siendo a pesar de los heladotes que también emprendimos, poco antes de rematar con unas enmoladas todavía cerquita de Bolívar, pero ya mucho más al sur de ese centro histórico que me sigue gustando, de gustar.

domingo, marzo 21

Me contaron que ahí se cometieron dos crímenes terribles. Lo creí cuando me acerqué al callejón sucio y gris de tanta tristeza. Ya estaban los niños de La Pandilla y la incansable Irma al frente, con sus brochas y sus botes de pintura, listos para llenarlo de risas y pintura naranja. Fueron cuatro horas de trabajo arduo. Hubo mucha gente ahí, alguna cumpliendo con su obligación laboral; otra, entregada a la convicción de que hay mucho por hacer, y que solo se puede empezar haciendo. Ojalá que este esfuerzo se multiplicara en muchos lugares, ojalá que logremos llenar de risas y de plantas muchos sitios más. Gracias a La Pandilla de Anáhuac. El barrio de Santa Julia deberá estar orgulloso de sus niños.




martes, marzo 16

De El libro del desasosiego

Como todos los grandes enamorados, me gusta la delicia de la pérdida de mí mismo, en la que el gozo de la entrega se sufre completamente. Y, así, muchas veces, escribo sin querer pensar, en un devaneo exterior, dejando que las palabras me hagan fiestas, niño pequeño en su regazo. Son frases sin sentido, que corren mórbidas, con una fluidez de agua sentida, un olvidarse de riachuelo en el que las olas se mezclan e indefinen, volviéndose siempre otras, sucediéndose a sí mismas. Así las ideas, las imágenes, trémulas de expresion, pasan por mí en cortejos sonoros de sedas esfumadas, donde la claridad lunar de idea oscila, batida y confusa.

No lloro por nada que la vida traiga o se lleve. Hay sin embargo páginas de prosa que me han hecho llorar.

Bernardo Soares / Fernando Pessoa

sábado, marzo 6

Me encuentro

Me encuentro
de pronto
construyendo puertas
(al pie de las ventanas hay siempre acantilados)

Puertas de umbrales precisos
con picaporte y sin mirilla

Encuentro que hay puertas que se abren con la llave que más me gusta
y otras que no tienen chapa, pero se abren

Me encuentro
de pronto
puertas que me llevan hacia adentro
tanto
que he sido flor y fuego
y el estanque donde la luna se moja las piernas

Me encuentro
de pronto
puertas que dan a otras puertas
irremediablemente
cuando me encuentro

jueves, marzo 4

La seguí regando todos los días aunque hace meses que no da señales de vida. Le hice incluso composta casera con un menú muy completo: fruta, huevo, café... Pero no, nada. Hoy por la mañana declaré su muerte. No me pesa: fue una flor muy bella.