...con ese halo de luz me adentro alegremente en la tiniebla, paso al lado de sus habitantes. De golpe, una cara deshilachada me persigue, logra desconcertarme, trastabilleo.
Me salta a las manos.
Sin apenas pensarlo, la doblo sobre sí misma, la meto en un sombrero, y abofeteo a un par de querubines.