lunes, diciembre 11

Cuando la voz del locutor terminó de dar la noticia me dieron ganas de salir corriendo a contárselo a todos: Se murió Pinochet. La inexplicable alegría me llevó a recordar que no tenía yo ni medio lustro en aquel septiembre de principios de los 70 que inscribiría este nombre en la memoria de Latinoamérica. Sin embargo, casi al margen de mi formación socialista, Allende habitaba el álbum de mis héroes; antes de conocer la complejidad de la historia y después de abandonado el velo blanco y negro, a muchos kilómetros de distancia, este hombre me conmueve profundamente. Lo recuerdo arengando a una multitud sobre la necesidad de educarse, de leer; sobre la responsabilidad individual en la construcción de un país. Evoco la serenidad de su voz en el umbral de la oscuridad, vibrante, llamando con nombre y apellido al pueblo: “Le hablo al obrero, a la mujer trabajadora”. Trato de evadir mi natural romanticismo para imaginar el razonamiento que lo llevó a rechazar la huída, para ver al ser humano atrapado en un vértice y no lo logro. Una y otra vez lo escucho hablándole al futuro, alimentando con su entereza postrera los actos de tantos otros. El cálculo, si lo hubo, fue preciso.
Se murió Pinochet. Intento también imaginar sus pensamientos y descubro que en realidad no me interesan y descubro también la sinrazón de mi alegría. No se cierra ninguna puerta; más bien la historia continúa repitiéndose en el mundo con más o menos crueldad, con más o menos heroísmo. Me queda el consuelo, mezquino tal vez, de que muere requerido por la ley. Una ley tibia, se dirá, un intento más mediático que justiciero persiguiendo aquí y allá a los represores de esa época. Pienso sin embargo que los videlas, trujillos, stroessner, somozas, echeverrías nunca se imaginaron llamados a dar cuenta de sus actos y me imagino al general Augusto Pinochet acorralado en otro vértice. Eligió la cobardía moral y con ella su papel en la historia. Ayer se murió Pinochet. Presidente Salvador Allende, presente.

6 comentarios:

Silencio dijo...

Yo escuchaba el radio, nunca entiendo como hay gente que lo apoya.,.. no se tal vez ese amable ancianito era buena persona.

Silencio dijo...

ya tengo la rola, así que lo guardo... con música y todo. jejeje

Abrazos señor, ya me ando consiguiendo el perro.

Yvoni dijo...

Murió un tirano. ¿Cuántos nacerán?

fgiucich dijo...

El tabernàculo del diablo està completo, con Anastasio, Tachito, Alfredo, papà doc, Augusto... Abrazos.

Lo-que-serA dijo...

Seguramente ese amable ancianito era buena persona. Hasta demencia senil tenía el pobrecito. Pobrecito.
No me haga enojar, señor.
:D

Y le agradezo el abrazo y luego me cuenta qué perro se anda consiguiendo.

Muchos, Ennovy, estará naciendo uno al día por lo menos y sabrá que también están naciendo varios que lo juzgarán aunque se muera. Besos.

Lo cual nos alegra, Fgiucich; pero no deja de entristecernos que el tabernáculo del diablo se seguirá llenando. Abrazos.

Silencio dijo...

Jajaja lo del perro, bueno me equivoque meti un texto donde no debia, jajaj, bueno alguien me dijo que me cuidaba el perro mientras trabajo y dije que si, je.