sábado, diciembre 31

Según el calendario oriental, 2011 es el año del conejo. Y así el fue a mi totem, el gallo, que se la pasó despeinado y corriendo, pero sin dejar de dar, puntual, su bienvenida al amanecer. Un año de profundos claroscuros; de decepciones, de angustias, pero también de magníficos encuentros. Uno de esos me llevó a pasar navidades con la familia de Erick, en el reino de La Maga, que me ha adoptado y llenado de mucho cariño. Otro me tiene hoy preparando la cena de año nuevo con mi hermana mientras platicamos los proyectos que esperamos concretar en el 2012. Este año han crecido plantas nuevas en las macetas de siempre, que he trasplantado puntualmente para que no terminen con su huésped. He visto de cerca mi caja de herramientas y el desván de mis horrores; miro la pendiente que me espera, con un poco de miedo, pero con muchas ganas de emprenderla. Mi país me decepciona un día y otro también, a veces siento como si se fuera desmoronando alrededor, de a poco, todos los días. Sé, sin embargo, que muchos empiezan a ocuparse y a trascender la queja. Me propongo ser una de esos muchos. Por lo pronto, debo recibir a mi hijo y seguir preparando la cena, que ya son buenísimas noticias. Había sido feliz; este año he sido muy feliz. Quiero compartirlo con ustedes y desearnos, a todos, que sigamos encontrando la felicidad.

Amor y salud, salud, salud.

1 comentario:

fgiucich dijo...
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