martes, diciembre 31

Este fin de año, a diferencia de tantos otros, no estoy ocupada haciendo cena. Tengo pan, queso, vino, más de doce uvas, y el desorden habitual alrededor. Tiene que ver con que este año que está por concluir me ha regalado una lente poderosa, bajo cuya luz, a veces dolorosa, me ha sido dado comprender y comprenderme. He recibido el regalo de sentir ¡sentir! con plenitud y conciencia. A la par, con el regalo recibo el reto de hacerme, de decidirme, de inventarme. ¡Vaya cosa! Tengo mucho por agradecer, a las personas que me han acompañado, de cerca y de lejos, a veces sin saberlo, porque ha sido un año de inventario y de recuento, de restauración. Agradecer los logros y las aventuras, los descalabros y las dudas grandes como montañas. Agradecer la gran conquista de este año, que fue vencer el miedo a tomar decisiones. Me ocupo de inventar nuevos ritos, de aprender del silencio, de conquistar la paciencia y la perseverancia. Otro regalo que recibí del 2013 fue la soledad, la que construye, la que alimenta, y desde donde se puede entender con claridad meridiana que uno no es si no somos. Conciencia y plenitud, nos deseo, pues, a todos. Y que con conciencia y plenitud nos sigamos abrazando, hablando, mirando, likeando y retuiteando. Y brindando, que para eso nos inventamos los fines de año. ¡Salud! ¡Salud! ¡Salud!

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