viernes, febrero 23

Cuando me dijo Prema, mi druida rubia, que la mala suerte había estado jugando conmigo pero que me iba a hacer un regalo excepcional, me reí para mis adentros pensando en lo que ha pasado los últimos meses y no sé si yo lo llamaría "mala suerte". En fin. En esa racha, vine ayer a entregar mi oficina pues la nueva administración me presentó ya a mi relevo. Limpié mi máquina, empaqué mis pertenencias, me fui a comer y como al volver no había luz, aproveché para ir a despedirme de otras personas con las que trabajé el tiempo que estuve aquí. Vuelvo a mi oficina y ¡ZAZ!: ya se habían ido todos. La oficina estaba cerrada con mis cosas adentro. Todo: las llaves de mi casa, mi teléfono, mi dinero, mis tarjetas... todo. Jueves en la tarde tenemos reunión del taller, así que ahí podía conseguir dinero y hospedaje. De camino (es largo el camino) me sentía muy incómoda con las manos vacías, sin bolsa, sin suéter o chamarra... nada; éramos yo y yo caminando, en el colectivo, en el metro. De pronto, la sensación de extrañeza cedió y empecé a sentirme cómoda. Es más: me sentía muy cómoda, casi eufórica. Me acordé de mi druida y me dieron ganas de besarla a ella y al dios de la suerte que me estaba jugando tan mala pasada.
Hoy vine por mis cosas y me dio gusto tener de vuelta mi bolsa, mi teléfono (sin batería), poder volver a casa a darme un baño y cambiarme de ropa, tener otra vez una credencial que dice quién soy y en dónde vivo. De todos modos agradezco, aún fugaz, el regalo. Ayer, por un momento, me sentí verdaderamente libre.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

ufff... en los tres minutos de terror, la libertad me parece un slogan inventado por la culpa de los materialistas. y nada más.

después de los tres minutos, creo que la libertad se reduce a un estado de ánimo que, por definición, no puede perdurar demasiado. si fuera perpetuo no tendría sentido. ser libre es ser libre de algo o de alguien. si alguien no tuviera ninguna atadura, nunca sabría lo que se siente ser libre.

becho, por cierto, pa la prox. ofrezco mi casa pa uste y sus despertenencias.

:o)

Gustavo DERFLER dijo...

Esta muy bueno volver a ser alguien sin pertenencias falsas y esta bueno volver a ser el poseedor de dichas pertenencias, sabe usted que en Buenos Aires tiene un lugar para parar cuando quiera viajar un poco mas lejos.

Silencio dijo...

Yo apoyo a Nasty, es cierto la libertad es un estado, pero creo que cuando uno deja esas cosas que arrastra como un celular, un accesorio, así con tres pesos en la bolsa y nada más, un poco se rompe con todo, aunque sea ciertamente, una idea.

Pero a como la ví el domingo, creo que le cayó bien.

Anónimo dijo...

en vez de apoyarme debería invitarme unas chelas..


JAJAAJJAJ

behcotes al Silencio y a la Marialuisa V Reina del Cosmos

Nasty

fgiucich dijo...

Reconforta, de vez en cuando, perder la identidad. Abrazos.

Lo-que-serA dijo...

Híjole, sí. Eso es lo arriesgado de hablar de "libertad", "amor", "realidad"... Pero ya sabe usted que me encanta llover sobre mojado. Efectivamente, para saber que se es libre se requiere haber experimentado el estado contrario, aunque strictu sensu (¿así se dice?) nacemos libres.
Gracias por el ofrecimiento; mis despertenencias le toman la palabra ;)

Mire usted, Mr. Derfler, que me acordé de Buenos Aires y sus brazos, entre otros destinos igual de interesantes, pero menos mullidos. Besos.

Saber que puede uno prescindir de todo, aunque sea por un instante y no sentirse infeliz sin el peso de la bolsa en el hombro es rejuvenecedor, señor, así sea por un instante. ;)

Perderla y luego elegir cómo se la pone uno de vuelta. Saludos.