viernes, septiembre 25

Vinieron por mí...

Hace meses ya que se desató la violencia, abierta y declarada, en nuestro país. Un desfile terrorífico de cadáveres invade las notas periodísticas. Ejecutados y detenciones por acá y por allá. ¿Quién lleva la cuenta? ¿Quién sabe la identidad de todas esas personas? Son narcos, o gente ligada a los narcos, nos dicen. Unos respiran aliviados... van siendo menos. A mí, sin embargo, no me alcanza el pretexto de la seguridad. Me vienen recurrentes, estos versos, atribuídos a Bertolt Brecht, pero que parecen ser en realidad de Martin Niemöller:


“Primero vinieron por los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada
porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada
porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada
porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí, pero para entonces
ya no quedaba nadie que dijera nada.”

lunes, septiembre 21

Pero la luz se prende
y hay que hablar de ello
aunque las luces se prendan todos los días
y es que el silencio teje todo el tiempo
y lo difícil es decir aunque ya se haya dicho.

Que a veces aborrezco al ser humano
y otras necesito -tanto- un abrazo
(lo duro es cuando suceden simultáneas);
que me acurruco, días, en mi casa, en mi sillón
y otros las calles me quedan chicas.

Que la penumbra crece
y me cuesta permanecer luz
pero quiero,
y quizá por eso el baile de la otra noche,
sola y a oscuras,
y este monólogo banquetero.

domingo, septiembre 20

Decir y enseñar que la guerra es un infierno y nada más es una mentira nociva. Por muy atroz que pueda sonar, es necesario acordarse de que la guerra es un infierno, pero bello. Desde siempre los hombres se lanzan a ella como falenas atraídas por la luz mortal del fuego. No hay miedo u horror que hayan conseguido mantenerlos alejados de las llamas; porque en ellas siempre han encontrado la única redención posible ante la penumbra de la vida. Por ello, la tarea de una pacifismo verdadero tendría que ser hoy no tanto demonizar hasta el exceso la guerra, sino comprender que sólo cuando seamos capaces de otra belleza podremos prescindir de la que la guerra, desde siempre, nos ofrece. Construir otra belleza es tal vez el único camino hacia una auténtica paz. Demostrar que somos capaces de iluminar la penumbra de la existencia sin recurrir al fuego de la guerra. Dar un sentido, fuerte, a las cosas, sin tener que llevarlas hasta la luz, cegadora, de la muerte. Poder cambiar el destino de uno mismo sin tener que apoderarse del de otro; lograr que circulen el dinero y la riqueza sin tener que recurrir a la violencia; encontrar una dimensión ética, incluso muy elevada, sin tener que ir a buscarla en los confines de la muerte; encontrarse a uno mismo en la intensidad de lugares y momentos que no sean una trinchera; conocer la emoción, incluso la más vertiginosa, sin tener que recurrir al doping de la guerra o a la metadona de las pequeñas violencias cotidianas. En fin, otra belleza, si es que comprendéis lo que quiero decir.

"Otra belleza. Apostilla sobre la guerra" en Homero, Ilíada, de Alessandro Baricco

martes, septiembre 8

And the companies, the banks worked at their own doom and they did not know it. The fields were fruitful, and starving men moved on the roads. The granaries were full and the children of the poor grew up rachitic, and the pustuls of pellagra swelled on their sides. The great companies did not know that the line between hunger and anger is a thin line. And money that might have gone to wages went for gas, for guns, for agents and spies, for blacklists, for drilling. On the highways the people moved like ants and searched for work, for food. And the anger began to ferment.

The Grapes of Wrath
John Steinbeck (1939)