sábado, diciembre 18
domingo, diciembre 12
Fish are jumpin' and the cotton is high
Oh! Your Daddy's rich and your Ma is good lookin'
So, hush little baby, don't you cry . . .
One of these mornin's you're gonna rise up singin'
Then you'll spread your wings, and you'll take to the sky
But 'till that mornin' there's a nothin' can harm you,
with Daddy and Mammy standin' by . . .
But 'till that mornin' there's a nothin' can harm you,
with Daddy and Mammy standin' by . . .
domingo, noviembre 28
domingo, noviembre 21
lunes, noviembre 15
Paul Auster, La trilogía de Nueva York.
domingo, noviembre 7
viernes, septiembre 17
empeñada en mirar milimétricamente
la imperfección de la banqueta
la impureza del paso
y adelante la bruma espesa de Nohayallá.
Soy yo a quien le duele pisar el suelo
y escuece el aire del mar que me rodea
y la noche enciende toda mi oscuridad.
Suelo, mar y noche vestirán de luz en el recuerdo.
Soy yo la que elige siempre entre el dolor y la nada
en esta miscelánea de opciones,
la que quiere incandescer un segundo solo
ser
morir, despertar, lamerse las heridas
entender
aprender el estar siendo
y luego al fuego blanco otra vez
Soy yo que intenté el salto mortal del abismo al abismo
porque el piso firme me asesina
me envenena la brujería irremediable del tiempo
que vuelve invisible aquello que se ve todos los días
y hace una mueca de toda plácida sonrisa
Soy yo
que siempre se escapó en las palabras
para no decir:
Soy yo.
Mi padre ha muerto otra vez
y su muerte implacable me amanecerá sola
huérfana como después de su primera muerte.
Pero esta vez sí voy a llorar.
miércoles, septiembre 1
Parece que no, pero
el mismo mar
el mismo árbol
el mismo callejón sin salida
Logro inclusive recordarme distinta frente a cada mismo
con el pelo largo con el pelo corto con falda con calcetas con
pantalón largo con pantalón corto sin
(lo único permanente son las pecas en mi piel)
Algo falta
un otro acomodarse los recuerdos
poner una semilla sin dejo de nostalgia
lanzarse calle adelante y dar vuelta en la esquina
así
jueves, agosto 19
3
Alessandro Baricco, Next. Sobre la globalización y el mundo que viene, Anagrama, Barcelona, 2009.
jueves, julio 29
Miércoles, 8:20 de la mañana. Mi gato no aparece. Sospecho que es el que sigue maullando desesperadamente.
Miércoles, 8:21 de la mañana. Identifico que el maullido viene del cubo del edificio. La única ventana que da para ese lado es la del baño.
Miércoles, 8:23 de la mañana. Arrimo una silla a la ventana del baño, me asomo y no veo nada. El maullido, desesperado, sigue.
Miércoles, 8:24 de la mañana. Ensayo diversas hipótesis: a) el gato brincó a la zotehuela de la vecina y le meó la alfombra: ahora lo están torturando. b) una vecina entró sigilosamente por la noche a robárselo (está chulo, mi gato) c) el gato se salió y ahora pide regresar a su casa, desesperado. A la postre, de alguna manera, esta sería la hipótesis correcta.
Miércoles, 8:30 de la mañana. Bajo al estacionamiento del edificio (al que no había entrado en cuatro años) a buscar al fugitivo. Mi desoncierto crece al no encontrar ahí al gato y tampoco divisarlo en el cubo del edificio. El maullido sigue desesperado.
Miércoles, 8:40 de la mañana. Me decido a pasar por loca y desde la zotehuela, pegada a los barrotes que la "protegen" pero no me permiten asomarme, comienzo a llamar a mi gato.
Miércoles, 8:41 de la mañana. Una vecina de enfrente se asoma y me pregunta enojada: ¿Ya vio dónde está el gato? Yo, amoscada: No, no lo veo. Ella, muy seria: está ahí en el techo del boiler de su vecina de abajo. Yo, asombrada: ¿En serio? No alcanzo a verlo. Ella, más enojada: Pues ahí está ¿sabe usted de quién es? Yo, asustada: Sí. Es mío. Ella, incalificable: Ay, pues ya estábamos por llamar a los bomberos para que lo bajaran de ahí. Yo, en un susurro: Gracias. Ahora bajo a ver.
Miércoles, 8:44 de la mañana: Toco a la puerta de mi vecina de abajo, hasta cuatro veces. Repentinamente me abre, con el teléfono en la mano. Escucho: Sí, Carmelita, aquí está, acaba de tocar a mi puerta. Sí Carmelita, tiene razón. Sí. Ahora le llamo. Cuelga. Yo: Me dicen que mi gato está en el techo de... Ella: Sí, ya le llamamos a los bomberos, porque está muy alto y no alcanzo. Yo: A lo mejor si yo... Ella: No vas a alcanzar. Yo no alcanzo. Yo: Oye, qué pena, de verdad. ¿Podrías avisarme cuando lleguen los bomberos? Ella: Será notorio cuando lleguen. Yo: Ok. Gracias. El maullido sigue como música de fondo.
Miércoles, 9:45 de la mañana: Tocan a la puerta. Es la hija de mi vecina: Ya llegó el bombero. Qué bonito perro ¿no se pelea con tu gato? Yo: No. Se hacen compañía, juegan. A ver, vamos.
Miércoles, 9:55 de la mañana: El cuqísimo departamento de mi vecina está lleno de bomberos que huelen a... bomberos. No alcanzan al gato, que se calla un segundo, para luego seguir maullando desesperadamente. Me miran como si fuera yo la dueña del gato, cosa que les confirmo también desesperadamente.
Miércoles, 10:00 de la mañana. Ahora es mi departamento el invadido. Evalúan la situación y piensan que tal vez necesiten descolgarse desde el techo. Lo hacen mientras me miran como si fuera yo la que maulla desesperadamente.
Miércoles, 10:10 de la mañana. Deciden intentar por entre los barrotes de PVC que "protegen" mi zotehuela. Logran desprender uno por donde cabe, entero, un bombero. Se dobla sobre el muro, cada vez más afuera, mientras su compañero lo agarra de una pierna. El maullido desesperado crece.
Miércoles, 10:15 de la mañana. Por sobre el balcón aparece un bombero agarrando un gato. Ambos tienen cara de susto. El bombero, además, está lleno de pelos. Del gato, se entiende.
Miércoles, 10:16 de la mañana. Sigo al gato hasta el estudio, lo cargo y camino con él a la zotehuela, donde siguen los bomberos colocando en su lugar el barrote que removieron. El gato los mira y huye despavorido.
Miércoles, 10:22 de la mañana. Ya se fueron los bomberos. Tocan a mi puerta. Es la hija de mi vecina: Quiero ver al gato. Yo: Aquí está, pero todavía está asustado. Ella: ¿Era él el que maullaba? (no, no dijo desesperadamente) Yo: Sí. Vamos con tu mamá que quiero darle las gracias.
Miércoles, 10:23 de la mañana. En el departamento de mi vecina, yo: Oye, muchas gracias, y mil disculpas. Ella: Yo creo que tu gato se te escapó a la zotehuela. Yo: de hecho le dejo la puerta abierta, ahí está su arenero. Ella: pues yo creo que ya no le gusta, deberías taparle o algo. Yo: Pues... gracias, otra vez.
El rescate
El pinche gato
domingo, julio 25
Araceli Herrera
viernes, julio 16
ese delicadísimo encaje castaño es su despedida al litoral
y ahí donde ahora crece alto el trébol nadaban los peces amarillos
Hubo una vez una isla
en que sueños y secretos deambulaban libremente;
ese tronco se llamó alguna vez liquidámbar
y en sus ramas los pájaros trinaban adivinanzas
No me creas:
cierra los ojos, imagínalo todo
ahí estás
jueves, julio 1
Civilización y barbarie
(...) Así que esto es lo único que estamos autorizados a pensar sobre la Gran Muralla: no se trataba tanto de un movimiento militar como mental. Parece la fortificación de una frontera, pero en realidad es la invención de una frontera. Es una abstracción conceptual fijada con tal fimeza e irrevocabilidad que llega a convertirse en un monumento físico e inmenso.
Es una idea escrita con piedra.
La idea era que el imperio era la civilización, y todo lo demás, barbarie, y por tanto no-existencia; la idea de que no existían seres humanos, sino chinos de un lado y bárbaros del otro; la idea de que ahí en medio había un confín: y si el bárbaro, que era nómada, no lo veía, ahora iba a verlo: y si el chino, que estaba atemorizado, se olvidaba del mismo, ahora se acordaría de él. La Gran Muralla no defendía de los bárbaros: los inventaba. No protegía la civilización: la definía.
Alessandro Baricco, "La Gran Muralla", en Los bárbaros. Ensayos sobre la mutación, Anagrama, Barcelona, 2008, pp. 205-206.
miércoles, junio 23
Ovidio, Metamorfosis, traducción de Consuelo Álvarez y Rosa Ma. Iglesias, Cátedra.
domingo, junio 13
Viernes de Chicas del Blues, en el Ruta 61
domingo, junio 6
sábado, mayo 22
Y la respuesta es difícil. No bastará alguna treta con glándulas o secreciones o alimentos o drogas. Tampoco bastará alguna revelación o mensajes maravillosos. Se trata de volvera entrar en contacto con el centro vivo del cosmos. ¿Y cómo lo haremos?
D. H. Lawrence
lunes, mayo 10
El alquiler del fantasma
sábado, mayo 8
lunes, mayo 3
Lunes por la mañana
jueves, abril 29
Limpieza de clóset
1. La ropa que no me queda, y (sobre todo) 2. la ropa que aunque me quede no me volvería a poner.
Olvidé una tercera posibilidad muy posible... en realidad la más recurrente: La ropa que habría querido ponerme otra vez pero que ya no me queda.
viernes, abril 23
domingo, abril 4
Miro al desierto como quien mira su propia muerte
fin paridor de las cosas
lugar de la sobrevivencia
y del sueño
Miro al desierto con la mirada alegre
la nostalgia de lo sabido
lo que no está pero se busca
Miro al desierto:
un colibrí acompaña mi mirada
II
Se eleva la ruta
desciende
vuelve la ascensión
en mis piernas aquí crujen los engranes
allá en el desfiladero
con el aire
vuelo
III
Colorido de roca
flota el camino bajo mis pies;
habla el venado:
su voz es tansparente
IV
Miro al desierto como mirar mi propia muerte.
Duerme.
domingo, marzo 28
De Magritte y de astrolabios
martes, marzo 23
domingo, marzo 21
martes, marzo 16
De El libro del desasosiego
No lloro por nada que la vida traiga o se lleve. Hay sin embargo páginas de prosa que me han hecho llorar.
Bernardo Soares / Fernando Pessoa
sábado, marzo 6
Me encuentro
de pronto
construyendo puertas
(al pie de las ventanas hay siempre acantilados)
Puertas de umbrales precisos
con picaporte y sin mirilla
Encuentro que hay puertas que se abren con la llave que más me gusta
y otras que no tienen chapa, pero se abren
Me encuentro
de pronto
puertas que me llevan hacia adentro
tanto
que he sido flor y fuego
y el estanque donde la luna se moja las piernas
Me encuentro
de pronto
puertas que dan a otras puertas
irremediablemente
cuando me encuentro
jueves, marzo 4
jueves, febrero 25
martes, febrero 23
Niños
A medio día nos tocó la salida de los chicos de la escuela. Se arremolinaron alrededor de las mesas a curiosear. Los servicios delegacionales no les fueron de mucho interés, pero sí la mesa donde había pulseritas y globos. Todos agarraron a puños las pulseras y de prisa los metieron en las bolsas del pantalón, excepto uno, que agarró un puño más moderado y lo guardó en una bolsa de plástico. Se quedó alrededor de la mesa, mirando cómo el resto de los niños pedía más pulseras y más globos. De tanto en tanto, abría su bolsa y le daba pulseras a los niños más chicos. Luego, agarró los folletos de la mesa y los leyó completitos, todos. Se llama Ricardo y le dicen El Pollo. Tiene 10 años y me dice que a él si le gusta leer.
Ya por la tarde, recorriendo casas para invitar a los vecinos a la asamblea de la colonia, dimos con Aisa. "Mi mamá no está y llega de trabajar más tarde, pero yo si voy ¿de qué se trata?". Aisa tiene 10 años y asistió, puntual, a la asamblea. Tomó el micrófono muy seria y pidió que se limpiara el parque y que hubiera más seguridad, porque a alguna hora de la noche "empiezan a llegar los chavos a monearse y a darle duro" (explicó, con gestos bastante explícitos). Además, se apuntó para ser consejera vecinal de su colonia. Ya concluida la Asamblea, se acercó a pedirme que trabajáramos también en su escuela y que cambiáramos a todos los maestros porque estaban muy mal. "Mi maestra, me dijo, nos dice que todos nosotros vamos a ser obreros. Qué mal que nos diga eso".
sábado, febrero 20
Tormenta en las montañas
Habíamos salido arrastrándonos de nuestras carpas y esperábamos.
Venía hacia nosotros por encima de la cordillera.
Todo era oscuridad, no se podía discernir el cielo, la tierra, el horizonte. Pero resplandecía el relámpago desgarrador, que separaba las tinieblas de la luz. Salían las montañas gigantes Blolakai y Dygutrurlichat y también los pinos negros de muchos metros, casi de la altura de las mismas montañas. Sólo por un momento podíamos ver que existía la tierra firme, y luego todo era de nuevo tinieblas y abismos.
Los fulgores de los relámpagos se aproximaban, alternaban el brillo con la oscuriad, el resplandor blanco, el resplandor rosado, el resplandor violeta y siempre en los mismos lugares aparecían las montañas y los pinos asombrándonos con su grandeza; cuando desaparecían era difícil creer su exisencia.
La voz del trueno llenó los desiladeros y dejó de orise elrugido constante de los ríos. Cual flechas de Jehová, caían los relámpagos en la cordillera y se rompían en serpentinas y chorritos como si se derramaran contra las rocas o bien derribaran y derramaran ahí algo vivo.
Y nosotros... nosotros nos olvidamos de temer al relámpago, al trueno, a la lluvia torrencial y nos tornamos semejantes a una gota del mar que no teme a la tormenta. Nos convertimos en una insignificante y agradecida partícula de este mundo.
De este mundo que hoy volvió a crearse ante nuestros ojos.
Alejandro Solyenitzin
domingo, febrero 14
Miro al mundo, a nuestra especie, pendiendo entre dos posibles destinos: la destrucción y la posibilidad. Sé que es una visión compartida por muchos, en muchas épocas, desde centurias atrás... Sin embargo, como nunca antes tengo claro que cada uno de nosotros es, hoy, el fiel de la balanza. Nuestro hacer cotidiano: vivir el mundo que queremos construir, activamente, arriesgadamente. Cuando el mal avanza, dijo alguien alguna vez, lo peor que pueden hacer los hombres de bien es no hacer nada.
domingo, enero 24
domingo, enero 17
fue conmigo a todos lados sin chistar:
a la escuela, a la marcha, al escenario,
a la madrugada, de tarde,
cada día
fuimos a todos lados
él conmigo y yo con él
despertamos juntos
asombro
curiosidad
pena.
Ahora reniega ya,
gruñe.
Yo le hablo quedito,
lo convenzo, con calma,
con paciencia,
y casi siempre lo logro.
Pero cada vez con más frecuencia me pregunto
qué pasará cuando ya no me quiera escuchar
mi cuerpo.
domingo, enero 10
Voy a hacer una niñería, le dije, usted sabrá disculpar. Solté bolsa, guaraches, gorra, lentes... Descalza, corrí con gran deleite sobre la amplisima pradera, sobre el pasto húmedo y, para gran sorpresa de mi ya no joven humanidad, hice dos vueltas de carro. Un poquito avergonzada de mi misma, pero también jubilosa, volví a recoger mis cosas. Varios pasos después me di cuenta de que no traía mis lentes puestos. Agarré la bolsa, guaraches, gorra... y no supe dónde dejé los lentes. Al final aparecieron, gracias al ojo avisor de Fernando (yo, además de miope, estaba a punto de las lágrimas); pero esto viene a confirmar mi afirmación recurrente: el destino me toma demasiado literalmente, y tiene un sentido del humor más bien retorcido.
domingo, enero 3
Hubiera sabido, por ejemplo, que los dragones, por ser tan viejos, son sabios. Esto significa algo no tan claro: no son buenos ni malos. Los dragones son.
Hubiera sabido también que los dragones conocen como nadie los recovecos del lenguaje, por eso nunca hay que hablar con un dragón. Huir a todo galope (uno no se encuentra con un dragón a menos que vaya a caballo) o cortarle la cabeza de un tajo (sobre esto hay otras versiones, pero esta sirve).
Y ya puestos a conversar, hubiera sabido que cuando uno habla con un dragón debe mirarlo fijamente a los ojos. Hubiera sabido que el brillo en los ojos de los dragones cambia de color según las intenciones del dragón.
Claro que este dragón tampoco sabía mucho sobre los humanos, pues entonces hubiera sabido que éste en particular entabló conversación con él no porque fuera muy ducho, sino justamente por lo contrario: era un completo ignorante en materia de dragones.
Tampoco hay que culpar demasiado a este ser humano: el dragón era en verdad hermoso. Bueno, concedamos un poco: uno no encuentra a un dragón todos los días, así que topárselo así, de buenas a primeras, mientras se va disfrutando del fresco y del paisaje, debe dejarlo a uno por lo menos atónito.
Eso le pasó a nuestro personaje.
Imaginen un ser que cuando abre la boca expele volutas de humo de todos los colores, que oculta su mirada bajo unos párpados tornasol, como espejos, donde danzan los reflejos del follaje y el sol.
Imaginen la textura de su piel después de una lluvia ligera, las gotas de agua pendiendo como esferas cristalinas en su pelaje suave (recuerden que este era un dragón muy joven, tanto, que todavía no criaba escamas).
Imaginen también la sorpresa del dragón cuando se topó con este humano que no huyó ni empuñó espada alguna, sino que prácticamente recargaba su mandíbula inferior en el cuello de la montura, tan grande era su asombro.
Si nuestro personaje hubiera sabido más de dragones habría entendido el destello esmeralda en los ojos del dragón, que disimuló de inmediato. Su esencia felina (los dragones poseen en su ser las esencias de todos los seres del universo) se había manifestado: nuestro héroe había despertado la curiosidad del dragón. Así que adoptó la postura más cómoda y confiable, y con su voz profunda y bella inició la conversación como al descuido.
Hay que decir que nuestro personaje tuvo mucha suerte: era tan inocente su forma de mirar el mundo que incluso, aunque tartamudeando un poco, se tomó el atrevimiento de disentir de su contertulio. Con esta osadía convocó la infancia del dragón, cuando él mismo dudaba de la opinión de los otros dragones.
En resumidas cuentas, el dragón se divertía y recordaba cosas que creyó olvidadas hacía siglos.
La conversación duró mucho tiempo; años, tal vez. Duró tanto que nuestro personaje se apeó de su caballo. Si hubiera sabido más sobre dragones, habría entendido que con eso firmó su sentencia de muerte.
Sin embargo, no todo acabó mal: el dragón no lo devoró. Enterró sus restos al pie del árbol bajo el cual se dio la conversación, y que en el transcurso había crecido alto.
Si nuestro héroe hubiera sabido más sobre dragones no existiría ahora este árbol inmarcesible que puede contarle a quien sepa escucharlo los secretos más secretos de los dragones.